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Neblina y mar


En la Sierra Sur de Oaxaca hay una carretera que te lleva a Pluma Hidalgo, y si la sigues hacia arriba seguro llegas al cielo. Su comunidad la forma gente buena, amable y trabajadora como ninguna que sabe preparar igual una excelente taza de café que una de chocolate.


Uno de sus secretos es que el cacao lo siguen tostando como lo hacían los abuelos y los otros antes que ellos: en comal de barro. En Pluma Hidalgo no hay tostadores de aire. Dicen sus productores que el aroma de su café es único porque en las alturas de su región, 1300-1600 metros al nivel del mar, se da una sutil mezcla de neblina con brisa de mar. Su café se exporta a todo el mundo.

Llegamos cuando el pueblo se preparaba para una fiesta dominical. Las sillas estaban acomodadas, las serpentinas colgadas, y la gente dispuesta a bailar. No tuvimos la fortuna de quedarnos al baile, pero sí de saborear una taza de café y pan de yema en el ‘’Cerro de la Pluma’’, un acogedor local que corona una de las esquinas del bello pueblo. Es la tercera generación y los ahora encargados del local siguen haciendo honor a su legado, desde este rincón que está cerca del cielo.


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