La meno
Updated: Mar 20

Una muestra de sangre mostraba que mis niveles de estrógeno y progesterona no eran los mismos de antaño. Que ya estaba en otra etapa de la vida. Todo me pareció muy conveniente y natural. Mi ginecóloga me advirtió que se vendrían días, meses, quizás hasta años en casos raros, de liberación y confusión al mismo tiempo. Asentí con la cabeza sin preocuparme pues recordé que todavía no dominaba todas mis otras emociones, así que un par de más no sería cosa difícil de manejar. Estaba equivocada.
''Bienvenida al club'', dijo la doctora dándome una palmadita en la espalda, ''es como una segunda adolescencia'', y soltó una carcajada. Me despidió del consultorio con un folleto sobre el tema y un frasco de vitaminas. Intuí que me había ahorrado detalles de lo que me esperaba en lo que me ajustaba a esa nueva vida. Al poco tiempo descubrí que los bochornos, esos calores nocturnos que se extienden hasta altas horas de la mañana, se inventaron en el infierno. Pero que son pasajeros e inofensivos. Que se me olvidara a qué había ido a la cocina no era nada nuevo, así que a eso no le di mucha importancia. El insomnio me acompaña desde chiquita, así que las noches donde el sueño está ausente tampoco me hizo mella. Mi cuerpo no cambió mucho, al contrario, lo sentí más fuerte y decidí cuidarlo más.
Pero nadie me preparó para el cúmulo de sentimientos a los que me tuve que enfrentar. Aparecieron asuntos nuevos, surgieron algunos que seguían sin ser resueltos, otros que vivían reprimidos, y los que ya creía muertos. A todos los tuve que confrontar. Salí algo despeinada de la batalla, pero descubrí una nueva realidad.
Mi estado mental y emocional eso fue otra cosa. Casi inundo mi casa con tanta lágrima, aun así, me dediqué a escribir y ahora vivo más ligera. Tampoco nadie me avisó sobre los demonios con los que tendría que lidiar. Todavía no resuelvo algunas cosas de la vida, pero con el climaterio aprendí que no todo lo puedo controlar, y ahora vivo en paz.
Yoga dos veces al día, música, libros, largos paseos por la naturaleza, pero sobre todo silencio y soledad fueron mis mejores aliados. La menopausia se ha marchado pero los buenos hábitos persistieron.
La menopausia me trajo un cambio de conducta, de ideología, volví a cuestionarme todo, comenzando por mí misma. Me recordó que el viaje podría ser cada vez más corto y renové mi compromiso de ser generosa y paciente conmigo misma. También me prometí conservar la curiosidad del gato que mira a través de la ventana y la alegría de las mariposas cuando emprenden su primer vuelo.
